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Las olas de calor en Alicante
25 Abr

Las olas de calor en Alicante

Está a punto de llegar el verano, y todo apunta a que va a ser igual o más caluroso del que le precede, el de 2023. 90 noches tropicales tuvimos ese año, por las 15 que teníamos en los 80. Ya está aquí, lo veíamos venir, lo empezábamos a sentir, pero no nos queríamos dar cuenta de las alteraciones que acabarán sucediendo en nuestra ciudad. El cambio climático ha llegado y viene para quedarse. El litoral sureste de la península ibérica, según múltiples estudios meteorológicos, es una de las áreas donde más está impactando las subidas de temperaturas, con las consiguientes disminuciones de episodios lluviosos y el aumento de la desertización de áreas forestales. Son las provincias de Murcia, Almería y Alicante, las principales afectadas por estos factores ambientales, y más concretamente su litoral costero, que es donde mayor impacto va a tener.

La provincia de Alicante es la tercera por la cola de toda España en masa arbórea, según el Ministerio de Transición ecológica, y con la intensidad de los incendios de los últimos años, especialmente en el final del verano de 2022, en el Vall d´Ebo, donde ardieron 12000 hectáreas, esta masa vegetal silvestre, decrece. Como aclara el Catedrático de la Universidad de Alicante, Jorge Olcina, “Estamos en la zona mediterránea, reconocida por la Organización Meteorológica Mundial como una de esas regiones donde se están registrando más evidencias del proceso de calentamiento global. Una de ellas tiene que ver, claramente, no solo con la temperatura del aire, sino también con el de la temperatura del mar.” Es por eso, que nuestra actuación debe ir en dos frentes, tierra y mar.

 

Una de las formas de “enfriar” las calles, pasa por aumentar el número de árboles, puesto que estos ejercen múltiples acciones para mejorar tanto el aire que respiramos, así como suavizar la temperatura con la que vivimos. Purifican el aire, absorbiendo gases tóxicos, pero es que, además, sus sombras, sobre todo en superficies asfaltadas, donde la superficie llega a temperaturas irracionales, otorgan frescor y confort tanto a las personas, como a los animales que conviven entre nosotros.

Si nos centramos en nuestra ciudad, tenemos grandes carencias de zonas verdes, máxime siendo una ciudad que vive del turismo, ya que, disponemos de un árbol para cada 7,7 habitantes, cuando, según las recomendaciones de la OMS, se deben tener un árbol por cada 3 habitantes. No me voy a detener en hablar de los beneficios para la salud de vivir rodeados de superficie vegetal, no solo a nivel físico, si no también mental, dado que este artículo se centra en el daño que producen las olas de calor, y que posibles soluciones podemos adoptar para reducir dicho impacto, pero deberíamos tener más conciencia vegetal, dado que nos va mucho en ello.

Volviendo al análisis de las zonas verdes, gran parte de este arbolado se concentra en el Cabo de las Huertas o Vistahermosa, zonas de difícil acceso para pasear o ir en bici. Se da una paradoja curiosa en el barrio de Benalúa, donde los vecinos y vecinas disponen de un parque con una superficie de 26000 m2, y una longitud de 700 metros, denominado Parque del mar, que realizó la autoridad portuaria en el año 2010, en parte para disponer de una barrera vegetal para aminorar el impacto que producían los trabajos que se realizaban en el puerto, y en parte para aprovechar una parcela desertificada. Pues bien, este parque apenas tiene un acceso, alejado de la zona urbana, lo que hace imposible aprovecharlo para la mayoría de los ciudadanos, y además, está atravesado por unas vías de tren en desuso, que acaban en una de las joyas arquitectónicas de la ciudad, la Casa del mediterráneo, que era la antigua estación de Benalúa, por lo que, además de dificultar su acceso, estas vías impiden su crecimiento.

Pero hay otras alternativas para paliar el daño de estas insufribles olas de calor. Se necesitan Refugios climáticos en el barrio, espacios donde vecinos y vecinas, mayores y pequeñas, puedan disfrutar de confort climático, puesto que, muchas viviendas en el barrio no disponen de aire acondicionado, o, aunque lo tengan, los costes de tenerlo encendido son muy elevados. Estos refugios pasan por ser centros cívicos, bibliotecas públicas o pabellones deportivos, pero también zonas de piscina con sombreado, para podernos refrescar en días de calor extremo. Nada de esto tiene nuestro barrio, excepto una pequeña biblioteca, donde es difícil realizar actividades de índole social. Además, otras necesidades, asequibles en lo económico, recomendadas por autoridades sanitarias y medioambientales, es trazar rutas ciclistas en el interior de las ciudades, y, sobre todo, mejorar el transporte público. En ambas, Benalúa está perdiendo una oportunidad de oro, puesto que, en su nueva parte urbanizada, Benalúa sur, las autoridades se han olvidado de un espacio para las bicis, y tampoco han mejorado las frecuencias y áreas de paso de las líneas de autobús en el barrio, teniendo el acceso muy limitado a otras zonas de la ciudad que no sea el centro.

Y así, la mortalidad por calor extremo no para de crecer, (un 30% de aumento en las últimas dos décadas en Europa), y seguimos sin tomar medidas drásticas para evitar un futuro más caliente, aún sabiendo del mucho daño que nos puede hacer, tanto a la economía de la ciudad, como a la salud de sus habitantes.  

 

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